El desarraigo es tan personal que se convierte en colectivo, en político, en global. No hay nada que deba concernir más al colectivo que aquello que afecte a la persona misma, al individuo en toda su expresión, en toda su validez inherente, en su plena dignidad como ser-en-el-mundo. No me refiero a un quiebre en los preceptos de lo público y lo privado, o a una contradicción entre el individuo y el colectivo. Me refiero a un hecho que trasciende de manera integral y transversal la trayectoria humana. Esto incluyendo desde su parte más personal e íntima hasta aquello que como sociedad apremia e in-satisface. Es el desarraigo la oportunidad perfecta para comprender la vida humana como un todo, y sus relaciones con los otros y con su entorno como una sola red. Los efectos se dispersan, las consecuencias se sobreponen y las causas se pierden en el tiempo. Más que una experiencia, es una nueva forma de estar-en-el-mundo, de relacionarse con un territorio que acoge y hostiliza. Un espacio que se re-territorializa de manera constante, atravesado por personas y comunidades buscando raíces en el tiempo y el espacio.
La persona en su complejidad no encuentra concepto que describa para sí misma su conflictiva pero hermosa realidad. El desarraigo, más allá de cortar lazos y arrojar al vacío, permite a la persona abrirse al mundo. No solo la violencia, el desplazamiento, o un acto directamente victimizante, es capaz de generar tal desconexión. Nuestros tiempos actuales, tan efímeros, tan virtuales y viajeros, y sobre todo tan globales, no permiten de manera clara echar raíces en un territorio. No es una generalización, es el reconocimiento de una realidad que muestra al desarraigo más allá de un enfoque comunitario o étnico. Es capaz de poner la discusión también en las ciudades, en la red, en el cosmopolitismo. Es la globalización desarraigando suavemente desde cada escritorio. ¿Es esto una opción para abrirse al mundo sin límites? ¿Necesitamos la ausencia de localización para acercarnos de manera más global al mundo que nos rodea? Tal vez no. Sin embargo, es difícil construir y mantener arraigos. La búsqueda se sobrepone, tanto que la ausencia de arraigo encuentra en el entorno global una oportunidad para buscar sin límites un espacio en el cual echar dichas raíces. Pero el proceso no es sencillo; se deambula pero se vive, se disfruta pero se desespera, se conoce pero se desconoce, se siente pero hace falta.
Preguntas…dudas…incomprensiones…es Desarraigo; es vida en su máxima expresión, no es desesperanza en ella misma.
Julián Muñoz Londoño.
Estudiante (9no semestre) de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.
Pontificia Universidad Javeriana.
Coordinador Semillero Desarraigo y Justicia Social.